Estos días se está hablando mucho en los medios de comunicación de la decisión de la Comisión Europea de avalar la implantación en Europa de la empresa Uber, que ha lanzado una aplicación para móviles que permite a los usuarios compartir un vehículo en cada vez más ciudades. Esta aplicación móvil, que ha sido impulsada por el gigante Google nada menos que con 258 millones de dólares, está extendiendo sus redes por todo el mundo. Pero, ¿por qué esta aplicación para conseguir un taxi ha levantado ampollas entre los profesionales del sector?
Existen ya muchas aplicaciones para pedir taxis desde nuestro dispositivo móvil, pero lo que diferencia a Uber es que no es necesario que el vehículo y su conductor dispongan de una licencia de taxi o VTC. Esta diferencia es lo que ha puesto en pie de guerra a un sector ya bastante afectado por la crisis. Por su parte, la empresa propietaria de Uber alega que no es una empresa de transporte y por tanto no está sujeta a la legislación aplicable al resto de empresas y autónomos del sector. Uber defiende que su aplicación es solamente una herramienta que “se limita a crear comunidades de usuarios que se ponen en contacto entre ellos”. En ese sentido, se equiparan a otras herramientas que ya están en la web, como BlaBlaCar. Sin embargo, la realidad es bien distinta. Mientras BlaBlaCar o servicios similares ofrecen a personas que ya han decidido realizar un determinado viaje la posibilidad de compartir vehículo y ahorrar costes, Uber facilita que cualquier persona pueda ofrecer traslados que no va a realizar necesariamente en su coche particular y sin tramitar ningún permiso, sin garantías para el usuario y sin pagar impuestos por ello. La diferencia es bien clara: una cosa es compartir vehículo privado y otra es ofrecer servicios de transporte.
Está claro que los tiempos cambian y la tecnología ofrece nuevas oportunidades para todos. Pero lo que no es posible es que las instituciones europeas amparen la inseguridad para el usuario, por muy importante que sea la empresa que está detrás de esta iniciativa. Siempre se ha perseguido el taxi pirata por ser una actividad ilegal sin declarar. ¿Desde Europa ahora se avala a quien facilita esta actividad? ¿Para qué sirven entonces todas las normativas relativas al transporte de pasajeros? ¿Para qué gastarse el dinero en una licencia de taxi cuando puedes trabajar en negro amparado por esta empresa norteamericana? Obtener una licencia de taxi significa un fuerte desembolso -de entre 120.000- 180.000 € dependiendo de la ciudad – para los profesionales y en muchos casos han sido los ayuntamientos los que han recibido estas cantidades. Por tanto, ahora deberían ser los políticos los que defiendan a los chóferes de los que han obtenido dichos recursos. Lo que está claro para todos excepto para la Comisión Europea es que ponerse en manos de un profesional ofrece unas garantías que no puede aportar una empresa como Uber con un modelo de negocio basado en “otorgar licencias” a particulares sin ningún tipo de formación y sin un filtrado adecuado para un trabajo de tanta responsabilidad.
Y ya en Estados Unidos, donde más tiempo lleva implantada esta empresa, se han producido casos terribles por esta razón, como el conductor que secuestró e intentó violar a una pasajera o el de otro que fue arrestado por agresión. Esto es algo que difícilmente podría suceder a un pasajero que tome un taxi convencional, ya que los taxistas son verdaderos profesionales con amplia experiencia y formación y sus vehículos cumplen con toda una serie de requisitos técnicos, condiciones que no aplica Uber a sus conductores. Incluso los taxistas deben poder demostrar ante la autoridad que sus pasajeros han sido previamente contratados, rellenando un libro de ruta oficial para traslados interurbanos con multas de hasta 3000,00 € en caso de incumplimiento. Además, un vehículo autotaxi debe pasar la ITV cada seis meses a partir del cuarto año y un coche particular evidentemente no. Y hay diversos estudios que han demostrado que los taxistas profesionales sufren menor número de accidentes que los conductores particulares, a pesar de la gran cantidad de horas que pasan al volante. Por tanto y como pasajero ¿te pondrías en manos de un conductor que no ha pasado por los filtros que pasa un taxista profesional?
Uber defiende su modelo con cifras sobre el empleo creado, pero esto también es relativo, ya que estamos hablando de empleos precarios que además pueden llegar a destruir puestos de trabajo en el sector del taxi. No se debería jugar al azar con el transporte de lo más valioso que existe: «la vida humana». Banalizar, precarizar y quitar valor a esta actividad es un claro síntoma de la pérdida de valores y ética que nos está acarreando esta crisis mundial, en la que todo vale por el «sálvese quien pueda, y la ley del más grande». Desde Taxiberia esperamos que se imponga el sentido común y que se aplique la legislación que regula el sector del taxi a todos por igual.